lunes, 28 de mayo de 2012

TEXTO UNED Entre los baremos básicos que pueden señalarse para calibrar el desarrollo humanista de una sociedad, el primero es, a mi juicio, el trato y la consideración que se brinda a los maestros. Actualmente coexiste en este país el hábito de señalar la escuela como correctora necesaria de todos los vicios e insuficiencias culturales con la condescendiente minusvaloración del papel social de maestras y maestros. ¿Que se habla de la violencia juvenil, de la drogadicción, de la decadencia de la lectura, del retorno de actitudes racistas, etc.? Inmediatamente salta el diagnóstico que sitúa en la escuela el campo de batalla oportuno para prevenir males que más tarde ya es dificilísimo erradicar. Cualquiera diría por lo tanto que los encargados de esa primera enseñanza de tan radical importancia son los profesionales a cuya preparación se dedica más celo institucional, los mejor remunerados y aquellos que merecen la máxima audiencia en los medios de comunicación. Como bien sabemos, no es así. La opinión popular da por supuesto que a maestro no se dedica sino quien es incapaz de mayores designios, gente inepta para realizar una carrera universitaria completa y cuya posición socioeconómica ha de ser necesariamente ínfima. Incluso existe en España ese dicharacho aterrador de “pasar más hambre que un maestro de escuela”... En los talking-shows televisivos o en las tertulias radiofónicas rara vez se invita a un maestro: ¡para qué, pobrecillos! Y cuando se debaten presupuestos ministeriales, aunque de vez en cuando se habla retóricamente de dignificar el magisterio (un poco con cierto tonillo entre paternal y caritativo), las mayores inversiones se da por hecho que deben ser para la enseñanza superior. Claro, la enseñanza superior debe contar con más recursos que la enseñanza... ¿inferior? Todo esto es un auténtico disparate. Quienes asumen que los maestros son algo así como “fracasados” deberían concluir entonces que la sociedad democrática en que vivimos es también un fracaso. Porque todos los demás que intentamos formar ciudadanos dependemos necesariamente del trabajo previo de los maestros. En el campo educativo, poco se habrá avanzado mientras la enseñanza básica no sea prioritaria en inversión de recursos, en atención institucional y también como centro de interés público. Hay que evitar el actual círculo vicioso, que lleva de la baja valoración de la tarea de los maestros a su ascética remuneración, de ésta a su escaso prestigio social y por tanto a que los docentes más capacitados huyan a niveles de enseñanza superior, lo que refuerza los prejuicios que desvalorizan el magisterio. Es un tema demasiado serio para que lo abandonemos exclusivamente en manos de los políticos, que no se ocuparán de él si no lo suponen de interés urgente para su provecho electoral: también aquí la sociedad civil debe tomar la iniciativa. Fernando Savater, El valor de educar (adptación) CUESTIONES 1. Haga un comentario del texto que se propone, contestando a las preguntas siguientes: 1.1. Enuncie el tema del texto y determine su estructura (1 punto) 1.2. Determine el tipo de texto que se presenta y justifique su respuesta (1 punto) 2. Redacte un resumen del contenido del texto (1 punto) 3. Elabore un breve texto argumentativo sobre El papel de los maestros en la sociedad (1 punto) 4. Análisis lingüístico: 4.1. Análice sintácticamente: Inmediatamente salta el diagnóstico que sitúa en la escuela el campo de batalla oportuno para prevenir esos males (2 puntos) 4.2. Análice morfológicamente las palabras minusvaloración y desvalorizan. A continuación, explique la metáfora ascética remuneración (2 puntos) 5. Desarrolle el siguiente tema: La poesía de la Generación del 27. Características generales, principales autores y obras (2 puntos)

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